El lunes día siete, Wall Street comenzó a cotizar el precio del agua en el mercado de futuros como si se tratara de una materia prima más. Es el pistoletazo de salida de una nueva materia prima mercantilizable: el agua, que se equiparará al petróleo, al trigo y al oro. Y se trata de oro líquido, imprescindible para la vida de las personas, imprescindible para la agricultura, imprescindible para la ganadería. Atentos a lo que suceda en California, primer estado en privatizar el agua, y aunque sea insignificante en el contexto mundial, si marcará pautas y tendencias de cara al futuro.
El agua es un bien escaso de primera necesidad, y aunque haya expertos que aseguran que esta privatización nos protege garantizando su disponibilidad, lo cierto es que se abre un mercado especulativo que creará una gran brecha social, en un contexto de cambio climático en el que se acrecentarán los flujos migratorios y los periodos de sequía se repetirán con mas periodicidad.
Dos terceras partes del planeta son agua. La podemos encontrar en estado líquido, sólido (hielo en los polos) y gaseoso (vapor de agua en los océanos y en las nubes). Solamente el 2,5 por ciento es agua dulce y gran parte de ella se encuentra en la humedad del suelo y en acuíferos profundos. Solamente el uno por ciento del que hay en el planeta es agua que discurre por ríos y regatos. Todo esto limita el acceso al agua potable.
En los próximos años el número de desplazados podría alcanzar los 200 millones de personas. Y no cabe ninguna duda de que la privatización del agua contribuirá a aumentar los desplazados en el mundo. Las guerras, los periodos de sequía, las crisis alimentarias, son los grandes motivos por los que se producen estos flujos migratorios que en un futuro crecerán por la especulación en el acceso al agua.
Ante una situación cómo está hay que preguntarse ¿dónde está la vieja Europa de los valores? La Europa de los derechos y libertades… ¿dónde quedó esa vieja Europa que forjó las democracias? ¿Dónde están los garantes de los derechos individuales y colectivos?
La vieja Europa en el siglo XX se vio inmersa en dos guerras mundiales y otras grandes guerras fratricidas. Los agricultores (europeístas convencidos) preferimos una Europa que luche por los derechos de las personas y que abandone las luchas cainitas.
No podemos consentir la cotización en Bolsa del agua, un bien de primera necesidad cuyo acceso debe ser libre y garantizado para toda la humanidad. ¿Alguien se imagina que un pantano quede en manos de una sola empresa que sea la que ponga los precios del metro cúbico del agua que se utiliza para riego? ¿De verdad nos vamos a creer que estas empresas sustentadas por fondos buitre y especuladores que cotizan en Wall Street van a priorizar las necesidades de la alimentación de las personas? Rotundamente no. Van a buscar el dividendo fácil.
La vieja Europa, la de los valores, no puede permitirlo. Y si los gobernantes de los países consienten un atropello como es la privatización del agua y todo lo que ello conlleva podremos decir que no estamos gobernados por políticos. Hoy echaríamos de menos a los grandes estadistas que reconstruyeron Europa. Estaríamos gobernados por incompetentes miserables.
Por Aurelio Pérez, Coordinador COAG CASTILLA Y LEÓN